Noches de Baile en el Infierno. "El Ramillete" Lauren Myracle. III Capitulo✿

A la mañana siguiente, bajé trotando por la escalera con la estúpida esperanza de encontrar... No lo sé. ¿Cientos de M&Ms formando las letras de mi nombre? ¿Corazones de serpentina adornando las ventanas?
Nada más lejos de eso. Encontré un pájaro muerto. Su cuerpecito yacía en el felpudo, como si, durante la tormenta nocturna, se hubiese abierto la cabeza contra la puerta.
Lo envolví en una servilleta de papel y lo llevé al con¬tenedor de basura intentando no sentir su levísimo peso.
—Lo siento mucho, pajarito lindo y dulce —dije—. Vuela hacia el cielo —tiré el cadáver, y la tapa del conte¬nedor se cerró con gran estruendo.
Regresé de inmediato. El teléfono estaba sonando. Debía de ser Yun Sun, con el propósito de que la pu¬siera al día. La noche anterior, se había marchado con Jeremy a eso de las once, pero antes me había hecho prometerle que la avisaría en el momento en que Will diese el paso.
—Hola, cielo —dije, después de ver que no me había equivocado—. Todavía no tengo noticias... Lo siento.
—Frankie... —dijo Yun Sun.
—Pero he estado pensando en Madame Z. En esa ob¬sesión suya con lo de no jugar con el destino.
—Frankie...
—En fin, ¿cómo va a perjudicarme que Will me pida que vaya con él a la fiesta? —me acerqué al congelador y saqué la caja de gofres helados—. ¿Por el intercambio de fluidos, tal vez? ¿Me va a traer flores, y una abeja va a sa¬lir de ellas y va a picarme?
—Frankie, cállate. ¿No has visto las noticias esta mañana?
—¿Un sábado? Qué va.
Oí que Yun Sun tragaba saliva.
—Yun Sun, no me digas que estás llorando.
—Anoche... Will escaló el depósito de agua —dijo.
—¿Cómo? —el depósito de agua podría tener unos cien metros de altura, y al pie había un cartel que prohi¬bía subir. Will siempre había hablado de ascender hasta la parte alta, pero, dado que era un amante de las normas, nunca lo había hecho.
—Podría ser que el pasamanos estuviese mojado... o, tal vez, un relámpago. Todavía no lo saben...
—Yun Sun, ¿qué ha ocurrido?
—Estaba pintando algo en el depósito con un spray, el muy zopenco, y...
—¿Un grafiti? ¿Will?
—Frankie, ¿me dejas hablar? ¡Se cayó! ¡Se cayó del de¬pósito!
Apreté el teléfono.
—Dios. ¿Está bien?
Yun Sun se limitó a sollozar. Yo lo comprendía, claro. Will también era amigo suyo. Pero necesitaba más información.
—¿Lo han ingresado en el hospital? ¿Puedo ir a visi¬tarlo? ¡Yun Sun!
Oí un gimoteo, y después crepitaciones. Quien habló fue la señora Yomiko.
—Will ha muerto, Frankie —me dijo—. La altura, la caída... Era imposible que saliera con vida.
—¿Qué? ¿Me lo puedes repetir?
—Chen ha ido a buscarte. Te quedarás con nosotros, ¿vale? Tanto tiempo como quieras.
—No —respondí—. Quiero decir... Yo no... —la caja de gofres fue a parar al suelo—. Will no ha muerto. Will no puede morir.
—Frankie —insistió ella con infinita tristeza.
—Por favor, no me digas eso —le rogué—. Por favor, no pongas esa voz tan... —no era capaz de pensar con claridad.
—Sé que lo querías. Igual que todos nosotros.
—Oye, espera —dije—. ¿Haciendo un grafiti? Will no hace graffitis. Un descerebrado sí, pero no Will.
—Antes de nada, vendrás a casa. Hablaremos enton¬ces.
—¿Y qué grafiti? ¡No entiendo nada!
La señora Yomiko guardó silencio.
—Pásame a Yun Sun, ¡por favor! —supliqué—. ¡Ponme con Yun Sun!
Oí unas voces amortiguadas. Yun Sun volvió al otro lado de la línea.
—Te lo voy a decir —me prometió—, pero no creo que quieras saberlo.
Me invadió el frío y, de pronto, me di cuenta de que no quería saberlo.
—Era un mensaje. Estaba allí arriba escribiendo un mensaje —titubeó—. Decía: «Frankie, ¿vendrás al baile conmigo?».
Me dejé caer al suelo, junto a la caja de gofres. ¿Por qué había una caja de gofres en el suelo de la cocina?
—¿Frankie? —oí a Yun Sun desde muy lejos—. Frankie, ¿estás ahí?
No me gustó aquella lejanía. Colgué para dejar de sentirla.

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